sábado, 21 de enero de 2012

MIRAFLORES ERA UNA GLORIA

MIRAFLORES ERA UNA GLORIA



Recuerdo que de pequeño, mi abuelo materno Rafael Ruiz Huidobro Araoz, me llevaba al parque Reducto No.2 y al pie del monumento a los caídos me señalaba con orgullo el nombre de su tío abuelo Juan Araoz y me contaba lo que a él le contaron de esa gloriosa batalla de Miraflores, ocurrida en la tarde del 15 de enero de 1881. Luego de un armisticio que los propios chilenos violaron, a las 14.30 horas el general chileno Baquedano ordena el ataque, concentrándose el ejército chileno en los primeros tres reductos y no en toda la línea de batalla como se creyó que sucedería. La desastrosa defensa planificada irresponsablemente por el dictador Piérola, estaba constituida por diez reductos que iban desde el mar de Miraflores hasta Monterrico Grande. Cada reducto se encontraba muy alejado del otro y estaba planificado de tal forma que la artillería peruana sólo podía disparar de frente sin poder hacerlo en ángulo. Eran como lunetas que sólo servían para defenderse frontalmente, más no de un ataque por los flancos. Mi abuelo me contaba que su tío Juan fue designado al Reducto No.2, ubicado al este de la línea férrea y alineado con el Reducto No. 1. En estos reductos, construidos con lo que se pudo, algo de adobe, sacos con tierra y un poco más, las acciones dirigidas por Cáceres y Suarez fueron al principio exitosas. Contraatacaron a más de 7,000 soldados chilenos en dos oportunidades obligando a éstos a replegarse. Sin embargo, los chilenos contaban con refuerzos y municiones suficientes con lo que a media tarde comenzó la retirada peruana de estos reductos pues en otros, increíblemente, no se luchó. La lucha fue feroz, a fusil y bayoneta. Juan cae herido y es llevado a rastras por un compañero ante la arremetida de la caballería chilena que se venía con todo. En aquella época, los campos de Miraflores estaban constituidos por rancherías, chacras y potreros, cruzados por cercas de madera, acequias y algunos muros de adobe. Precisamente, Juan le pide a su compañero que lo deje en una acequia y que cuando terminara todo, viniera por él. Lo último que el compañero vio fue a Juan disparando su fusil a discreción con la poca munición que le quedaba y dos jinetes chilenos que caían aparatosamente al suelo, heridos de muerte. Al día siguiente el compañero de Juan regresó por éste y no lo encontró. Nunca fue hallado el cuerpo de Juan. Lo más probable es que haya caído luchando contra la caballería enemiga y luego rematado a bayonetazos en el repase de los invasores. Miles murieron en los campos de Miraflores, hijos de las mejores familias limeñas, como los dos hijos del coronel Francisco Bolognesi. En 1975 mi abuelo fue condecorado por el alcalde de Miraflores, Dr. Aramburú Menchaca, por ser el primer dentista instalado en este glorioso distrito. Mi abuelo nunca olvidó la gloria vivida en Miraflores y a los miles que como su tío dieron su vida por la patria. Que los miraflorinos de hoy tampoco lo olvidemos pues vivimos en un camposanto de gloria.

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