miércoles, 12 de enero de 2011

¿PUEDE LA HONESTIDA SER MATERIA DE OFERTA POLÍTICA?

COMIENZA LA LUCHA POR EL PODER:
¿LA HONESTIDAD COMO OFERTA ELECTORAL?

Llama la atención en sobre manera como en los últimos tiempos, la “honestidad” y la “decencia” se han vuelto una moneda muy cotizada y objeto de oferta electoral. Hasta antes de los años ochenta, a muy pocos o a nadie se le ocurría ofrecer en una contienda electoral, ya sea para postular a un cargo en una municipalidad, al Congreso de la República o la misma Presidencia de la República, la “decencia” como oferta, esto es, como algo que se puede ofrecer al electorado. Algunos recordarán como en la campaña electoral de 1980 un slogan muy publicitado del entonces candidato Fernando Belaúnde, decía: “Honestidad comprobada”. Así mismo, en la campaña presidencial del aún desconocido candidato Alberto Fujimori, se recordará la famosa oferta de “Honestidad, tecnología y trabajo”. ¡Y vaya que el tiempo demostró que lo primero fue una broma pesada! En todo caso, allí se vuelve a ofrecer “honestidad” como un elemento que puede ofrecerse. Digo yo: ¿No es obvio que todo candidato a un cargo público, más aún al Congreso, a una alcaldía o a la Presidencia de la República, debe ser honesto y decente? ¿No es esto elemental? ¿No es casi un insulto al electorado y a los peruanos en general, que un candidato que se precie de serio, ofrezca honestidad o decencia? ¿No es más lógico y lo que se espera de cualquier candidato, ofrecer soluciones concretas a los problemas que sufre nuestra nación? ¿En qué clase de país vivimos?

¿Ustedes se imaginan si para postular a trabajar en una empresa privada el postulante pusiera en el curriculum u hoja de vida: “Soy honesto y decente”? No sólo causaría risa por lo absurdo, pues se entiende que todo postulante debe ser honesto y decente, sino que definitivamente no sería contratado pues es ridículo, por decir lo menos, ofrecer honestidad cuando ello se da por sobreentendido y lo que desea la empresa es ver si el candidato posee las capacidades genéricas y técnicas necesarias para el puesto. ¡Pues, con mayor razón imagínense el postular a un cargo público, lo cual tiene mucho más importancia, ofreciendo honestidad o decencia! Chesterton decía que: “Lo correcto es lo correcto, aunque nadie lo haga. Lo que está mal, está mal aunque todos nos equivoquemos”. Efectivamente, es ridículo estar anunciando la honestidad o la decencia de uno, más aún si se es candidato a un cargo público.

Lamentablemente, para nadie es un secreto que las contiendas electorales desde hace ya varios años, han decaído a niveles muy pobres, por no decir paupérrimos, casi de “risas y salsas” en cuanto a su contenido en sí, candidatos que van a payasear a la televisión, que bailan o comen lo que no bailaron ni comieron en su vida, etc. Este fenómeno de “chapucería electorera” lo estamos comenzando a apreciar nuevamente en las últimas semanas. ¿En qué consiste dicho fenómeno? En que simplemente no se discuten los problemas nacionales de fondo ni sus posibles soluciones. La contienda electoral se encuentra limitada a un simple análisis con rayos X, sino es con tomografía y resonancia magnética, de los candidatos o posibles candidatos, olvidándose que un proceso electoral es una forma de elegir a las personas adecuadas de asumir responsabilidades y servir a la sociedad civil resolviendo sus problemas más inmediatos y planificando su buen desarrollo con miras al bien común. En otras palabras, un proceso electoral es un medio, no un fin en sí mismo. El fin último son los problemas de todo orden que aquejan al país y sus posibles soluciones, más no el proceso electoral en sí y la calidad moral, técnica y/o profesional de sus candidatos. No confundir el fin con los medios para llegar a este fin. Definitivamente podemos concluir con Chesterton que “el sentido común es lo único que se ha prohibido, puesto que lo hubiera entendido la gente corriente”. De allí que queremos ideas y propuestas concretas.