miércoles, 23 de febrero de 2011

Diario íntimo de un candidato al Congreso

Hace un par de días, caminaba por la avenida Abancay y a la altura de la Plaza Bolivar, frente al Palacio Legislativo en donde funciona el Congreso de la República, me encontré en la vereda una pequeña libreta en cuya tapa rezaba el siguiente título: “Diario íntimo de un candidato al Congreso”. Picado por la curiosidad abrí la libreta y esto fue lo que leí: “Querido Diario: Ayer por la noche tuve un sueño maravilloso. Soñé que vivía como un rey. Nada me faltaba. Todo el mundo me adulaba y me saludaba por las calles, las mujeres más bellas me sonreían e insinuaban, viajaba por todo el mundo, comía opíparamente en los mejores restaurantes, mi fotografía estaba en todos los periódicos y revistas, era famoso, no trabajaba y podía dormir como un lirón hasta la hora que quisiera, tenía un sueldazo, la plata venía sola y, en fin, vivía como un marajá. De allí que, una vez que me desperté e inspirado por tan maravilloso sueño, decidí hacerlo realidad, por lo que tomé la decisión más profunda y trascendental de mi vida: ser congresista, esto es, postular como candidato al Congreso de la República. Mi decisión estaba tomada. Para ello necesitaba ser miembro de algún partido político, movimiento, alianza, lo que fuera con el cual ganar mi curul en el Congreso. Llamé por mi celular a un amigo mío que tiene un alto cargo en un conocido partido político, el cual le encantó la idea y me invitó a participar como candidato en la lista al congreso por dicho partido. Acepté encantado. ¡Mi sueño empezaba a hacerse realidad! Más aún, me dijo que en ese momento fuera al local partidario pues al mediodía visitarían con el candidato presidencial, un pueblo joven en la periferia de Lima. No bien había llegado al local del partido, mi amigo me invitó a una sesión de fotos para mi propaganda. Puse mi mejor sonrisa “fashion” y el fotógrafo empezó a disparar su cámara mientras me decía que pusiera mi mejor cara de intelectual serio. Empecé a contornearme misma Valeria Massa que ni te cuento, pero la verdad que mi foto no salió muy agraciada que digamos. “Habrá que someterla a tratamiento” me dijo el fotógrafo. ¡Que maravilla! La computadora me dio un rostro que ya lo quisiera Brad Pitt. ¡Era todo un “cuerazo”!
Sin embargo, la experiencia en el pueblo joven, sinceramente, no fue de lo más agradable que digamos. No bien llegamos en la comitiva, como candidato tuve que repartir besos a cuantas señoras se me tiraban encima. Una no tenía dientes, la otra olía a ajo molido con romero, una creo que ni siquiera era mujer sino hombre o algo parecido pues sentí el extraño raspar de una frondosa barba en mi cachete; por último una mujer bien gordita me apachurró tanto de un abrazo que casi devuelvo mi desayuno de Corn Flakes. Finalmente, y esto fue espeluznante, una mujer que estaba dando de lactar me hizo cargar al niño mientras se acomodaba los senos, y el niño todo lleno de mocos y babeando se limpiaba en mi fino polo Lacost importado y me miraba como diciendo: “Votaré por ti se me das mas leche”. Luego vinieron sus hermanitos los cuales se me tiraron encima pidiéndome que les regalara cosas. Olían a diablos e inclusive uno se habían orinado en el pantalón y otro tenía unas ronchas en la panza que eran de horror. ¡Las cosas que hay que hacer por una curul! Pero allí no acabó la cosa. Luego de dirigir unas palabras a la concurrencia me invitaron a almorzar. ¡Madre mía! De arranque me dieron un vaso con una cerveza media tibia y oscurona. ¿Cerveza negra a lo mejor? ¡Dios lo quiera! Luego deduje que el color de la cerveza se debía al vaso tierroso y medio pegajoso. Me la tuve que tomar de un trago. Las arcadas me vinieron de a pocos pero me contuve.
En eso me sentaron en una mesa con un mantel de plástico a cuadraditos rojo. Cuando apoyé mis brazos se quedaron pegados. Había más moscas pegadas al mantel que parecía un panetón gigante lleno de pasas. Los cubiertos estaban envueltos en un pedazo de papel higiénico. Al momento comenzó la tortura: apareció el primer plato con un encebollado de pescado impresionante. Me dijeron que en la acequia de la zona se pesca un excelente pescado el cual aún no tiene nombre pues ni Darwin da con la especie. Me lo dieron frito con piel y todo. Me miraba con aire graciosón como diciéndome: “Cómeme y nadaré en tu barriga”. Me lo tragué como aspirina, esto es, casi sin masticar y con un buen trago de cerveza tibia. Cuando me disponía a levantarme se me vino encima, con premeditación y alevosía el segundo plato: locro con arroz, plátano y huevo frito acompañado con un apanado de alguna carne conocida y harto rocoto, con pepas y todo. Me acabé el plato de milagro pues todos me miraban con cara ilusionada y alegre pero también como diciendo: “Si no te lo terminas te linchamos al toque”. De allí que no me quedó otra cosa. Sudaba como chancho y mi boca y todo el tubo digestivo me quemaba por el rocoto. ¡Como para llamar a todos los bomberos de Lima! En eso la banda comenzó a tocar un huayno y la señora que olía a ajo me sacó a bailar. ¡Que ni me vean mis amigos del Club Nacional! ¡Horror! ¡Me quiero morir! ¡Yo que he bailado en las mejores discotecas de Lima y del Bulevard de “Eishia”, bailando huayno en este terral! ¡Me muero si me cuelgan una foto en Facebook!
Luego que me samaquearon un buen rato, sudando y cansado, me llevaron prácticamente en peso a inaugurar unos baños públicos que consistían en tres casetas de madera tripley con su water cada uno y un grifo con agua potable al lado para lavarse. Luego de cortar la cinta con una tijera, literalmente puedo decir que inauguré la obra pues el estómago, con todo lo que había comido y bailado, mas el rocoto entero que me empujaron, comenzaba a hacer sus efectos. No me quedó otra cosa que -en un arranque de ingenio político- anunciar que personalmente inauguraría la obra, por lo que corrí a encerrarme desesperado en una de las cabinas, prácticamente arrancándome desesperado el pantalón y votar todo lo que pudiera. ¡Cómo me dolía la barriga por Dios! ¡Y qué ruidos, sin contar mis alaridos! ¡Ni los altoparlantes se escuchaban! ¡Daba todo por un “Donafán”! ¡Qué malestar, qué diarrea madre mía! ¡Misericordia! No podía evitarlo, no daba mas, ¡Me moría! Luego de unos veinte minutos en que mis alaridos de dolor parecían un “regetón”, me tocaron la puerta y una mano introdujo por debajo de la puertita una sección Luces del Diario El Comercio, pues mis pies se podían ver perfectamente con mi blue jean Levis abajo, con lo cual la comunidad podía ver en qué faenas andaba. Todo un espectáculo digno del INC. La sección del periódico era de un día martes por lo que no pude dejar de pasar la ocasión de desarrollar el “geniograma” que aparecía publicado, del cual soy un gran aficionado. Luego le daría lógicamente el uso adecuado. En fin, todo un acto de “defecación pública política”.
Luego de ese faenón, y con el trasero ardiéndome y colorado como poto de mandril,  me llevaron en medio de aplausos por las calles del pueblo joven, el cual está en medio de un abrazador arenal. Inclusive un dirigente de la comunidad y varias autoridades me felicitaron por ese generoso detalle de inaugurar yo mismo, esta obra pública, ¡Faltaba más! Ya avanzada la tarde, me despedí de la población. En ese momento unas señoras me regalaron una caja con hielo llena de varios ejemplares del pescado de acequia que había consumido en el almuerzo. Nuevamente repartir besos a granel tanto a señoras respetables como a niños y niñas, creo yo medio piojositas pues un misterioso escozor comenzaba a fastidiarme en mi cabello desde hacía unas horas. Un hombre de edad se me apareció con una cabra blanca muy bonita y me dijo que se llamaba “Clementina” y que era para mí, para que tomara leche todos los días y me diera fuerza para la campaña. Total, cargué con la cabra, los pescados y ¡ah! Me olvidaba, unos niñitos me obsequiaron cuatro cuyes marrones y un gallinazo de nombre Lucas que me dijeron ya estaba amaestrado. ¡Vaya uno a saber!
Puse a toda esta fauna en la tolba de la camioneta en la que vinimos y regresamos a Lima, directamente a mi casa y de frente a la ducha. Estaba hecho un asco. Tube que mandar quemar mi ropa pues, la Ermenegilda, mi cocinera ayacuchana, me dijo que tenía la cabeza llena de piojos y  que yo apestaba a “cuchi” que en quechua me indicó significa chancho. Estaba pues hecho un cerdo. Una vez metido en mi hermosa bello yakusi revestido de mármol de Carrara italiano, con mis burbujas olor a fino limón, pude descansar y recién relajarme un poco. Pero… todo sacrificio vale la pena, cargar chicos moquillentos, abrazar a señoras con olor a ajo y anticucho, bailar huayno, regetón y cuanto baile se les ocurra, correr los cien metros planos, comer y tomar cuanta cosa rara entre por la boca, piojos, diarreas, en fin, todo sea por ir al Congreso, el paraíso, disfrutar de la vida sin trabajo, es la felicidad, ¡La dicha total! En fin, definitivamente, por Dios y por la patria, vale la pena… y por todo lo que se quiera también.
PD: Ah, me olvidaba, ya tengo cita con tres programas cómicos, un talk show, un concurso de baile del tubo para candidatos y un programa de entretenimientos en traje de baño. Además, he conversado con un imitador para que me imite y me haga famoso ¡Todo sea por mi país! ¿Qué donde está mis propuestas, mi programa y mi plan de gobierno? ¡Por Dios! ¿Qué es eso? ¡No hay que ser un aburrido nerd oye! Bueno, hasta mañana querido Diario”.
Conclusión: ¡Vaya Diario! ¡Cuanta fantasía! ¡Las cosas que uno encuentra por la calle! ¡Vaya imaginación que tiene la gente! Cualquier parecido con la realidad… ¡¡¡Es la realidad!!!