Cuando San Martín abandonó el Perú, luego de la
reunión con Bolivar en Guayaquil, nunca pensó que su propuesta de una monarquía
para el Perú volvería a ser tomada en
cuenta 192 años después. ¿Por qué Perú no fue una monarquía? Simplemente porque
optamos por una democracia representativa y un presidente. Sin embargo, algunos
aún no han entendido esto. La clara y persistente intención de presentar a la
primera dama como candidata a la presidencia para el 2016 no deja dudas. ¡Y
pensar que se le criticó a Fujimori por la “rereelección”! De alguna forma, la
dinastía “Humala-Heredia” desea una especie de sucesión conyugal -estilo
monarquía europea- en donde la línea dinástica pase al cónyuge, parientes
colaterales y descendientes. En el Perú, la mayoría de sus constituciones
rechazaron la reelección inmediata por obvias razones: en un régimen
presidencialista democrático, no caben las sucesiones de poder, no es una
monarquía. La idea es que el poder descanse en un presidente y un parlamento
elegido por el pueblo y no en una “familia presidencial” en donde vía sucesión,
el poder se va transfiriendo. No sería democrático ni conveniente para el país.
Es conocida la estrategia del modelo Cubano-Chavista de buscar la forma de
perennizar a un “presidente”, que continúe aplicando sutilmente el “programa”
impuesto por el modelo. Al igual que Chávez designó a Maduro, Humala apunta a
su esposa para la continuidad del “modelo”. “¿Pareja presidencial?”, “¿Equipo?”,
como si los peruanos hubiésemos elegido un binomio presidencial. Sin embargo,
existe un pequeño detalle: por las razones mencionadas, la legislación vigente
impide la postulación del cónyuge y los parientes consanguíneos del presidente
hasta el cuarto grado, pues el Perú no es una monarquía. ¿Se mantendrá el
impedimento al cónyuge? El final está anunciado: ¿Reelección conyugal? No.
¡Sucesión conyugal!
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