Definitivamente se está perdiendo la brújula. Guste o no,
la revocación es un derecho. No se trata de discutir si es buena o mala. Está en
nuestra legislación. Lo que se trata es de ejercer dicho derecho. La cuestión es
sencilla: ¿Queremos los limeños que la alcaldesa se mantenga en el cargo los meses
que le restan de gestión municipal o no? Eso es todo. Marcará el “Si”, si su
voto es en el sentido que debe dejar el cargo, o el “No”, si desea que continúe
en el cargo. Se trata de votar por la continuidad o no de una gestión
municipal. Recientemente Lima amaneció invadida por una horda de paneles
publicitando el “No”, esto es, apoyando la permanencia de la alcaldesa hasta el
final de su periodo, sin mostrar uno sólo su regio rostro (¿?) sino el de
reconocidos artistas. No se trata de votar por si estoy a favor o en contra de
la violencia, la honestidad, la corrupción, etc. como se pretende inculcar
sutilmente. Pareciera que se trata de manipular a los limeños polarizando el
proceso de revocación, como si los que estuvieren por el “No” representaran la
honestidad, la no violencia, la lucha contra la corrupción, etc. y los que
favorecen el “Si” apoyaran la deshonestidad, la corrupción, la violencia y la
paralización de Lima. Paradójicamente, a la alcaldesa se le imputa, precisamente,
el uso de la violencia en el desalojo de La Parada; falta de transparencia
(honestidad) para sustentar la contratación de diversas asesorías, incluyendo a
Favre y el costo de lujosos paneles sin licencia; paralizar Lima desde el
primer día de su gestión al detener las obras del anterior alcalde y no proponer
ni mostrar obra alguna en estos dos años; etc. ¿Y los regidores? ¡Un
pandemónium revocatorio!
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