“Yo soy la voz del
que clama en el desierto” ha dicho de sí mismo Juan el Bautista. Ello podría
aplicarse también a Benedicto XVI. Ayer celebramos el día del Papa, además de
recordarse a San Pedro y San Pablo. “Tú eres Pedro y sobre esta piedra
edificaré mi Iglesia” dijo Cristo a Pedro. ¡Vaya carga para un hombre! El
trabajo y la responsabilidad más grande que puede tener un ser humano. Ni el
trabajo del más importante ejecutivo de la empresa más grande de este planeta,
puede compararse a las responsabilidades de un Papa. Ser Vicario de Cristo en
la Tierra. El representante de Cristo entre nosotros. ¿Clama en el desierto del
mundo actual Benedicto XVI? Cuando a diario vemos noticieros con toda una relación
de crímenes (asesinatos, robos, violaciones, corrupción, mentiras, etc.), ¿Cabe
en este pandemónium el mensaje de un Papa? ¡Más que nunca! Aunque algunos
pretendan burlarse, acallar su voz, ensuciar su honor y hasta intentar
asesinarlo –como sucedió con Juan Pablo II-, hay muchísimos más que sí la oyen
porque saben que habla con la verdad. Como respondiera Pedro a Cristo: “¿A
quién iremos? Tú solo tienes palabras de vida eterna… Tú eres el Cristo, ¡El
Hijo de Dios vivo!” y como cantara Roberto Carlos al gran Juan Pablo II en
México: “¡Tú eres lo único cierto en horas inciertas!”. Los jóvenes lo saben. Esa
voz solitaria que defiende la vida, la familia, la dignidad del hombre y la
mujer, la grandeza del amor y del perdón. ¡Claro que es escuchada! Aunque para muchos
sea –como lo predijera el mismo Cristo- “signo de contradicción”. En un mundo
con tantos falsos modelos, el Papa es un modelo a seguir e imitar.
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