En el VII Encuentro
Mundial de las Familias, celebrado en Milán del 30 de mayo al 3 de junio, el
Papa Benedicto XVI clausuró el evento con una impresionante homilía. Comenzó
recalcando que la familia está fundada sobre el matrimonio entre hombre y
mujer, y que la vida familiar es la primera e insustituible “escuela de
virtudes sociales”, siendo el amor “la única fuerza que puede verdaderamente
transformar el mundo”. Para crecer en el amor, mencionó la relación constante
con Dios, cultivar el diálogo, respetar el punto de vista del otro, estar
dispuestos a servir, tener paciencia, saber perdonar y pedir perdón y superar
con inteligencia y humildad los posibles conflictos. Estos elementos construyen
la familia: “¡Vividlos con valentía!” exclamó. Advirtió que en las modernas
teorías económicas, prevalece una concepción utilitarista del trabajo, la
producción y el mercado. No es la lógica unilateral del provecho propio y del
máximo beneficio lo que contribuye a un desarrollo armónico, al bien de la
familia y a edificar una sociedad justa, ya que supone una competencia
exasperada, fuertes desigualdades, degradación del medio ambiente, carrera
consumista y pobreza en las familias. La mentalidad utilitarista tiende a
extenderse también a las relaciones interpersonales y familiares, reduciéndolas
a simples convergencias precarias de intereses individuales. Hay que armonizar
el tiempo de trabajo, la profesión y la maternidad. Todo ello es importante
para construir “una sociedad de rostro humano”, por lo que se debe privilegiar
siempre la lógica del ser respecto a la del tener: “la primera construye, la
segunda termina por destruir”. Hoy que tanto se ataca a la familia, seamos
valientes defendiéndola con todo, construyendo una sociedad con rostro humano.
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