“Dios va a decidir
este drama en que los políticos que fugaron y los que asaltaron el poder tienen
la misma responsabilidad. Unos y otros han dictado con su incapaz conducta, la
sentencia que nos aplicará el enemigo. Nunca reclames nada para que no crean que
mi deber tuvo un precio...”. Estas líneas que podrían haber sido escritas hoy,
fueron escritas un 22 de mayo de 1880 por Francisco Bolognesi, pocos días antes
en que al lado de un puñado de hombres, muriera en un lejano y olvidado morro
al sur del Perú. Es la última carta a su esposa María Josefa de la Fuente
Rivero. Bolognesi presentía el fin inminente. Pese a ello, sabiendo que la
lucha estaba perdida -prácticamente lo habían abandonado en aquél árido morro-
anteponía ante todo el cumplimiento del deber y el honor de su patria. El 19 de
abril se despide de su hijo Enrique irónicamente: “Creo que seré el pato de la
boda por ocupar este puesto que es el ensueño del enemigo”. Mientras los
políticos usufructuaban el poder, saqueando las arcas fiscales, incapaces de
tomar decisiones, anteponiendo sus ambiciones personales a los de la patria, un
patriota muere con sus hombres, atrincherados en un morro entre el mar y el
desierto, lejos de sus familias; rodeados de un enemigo muy superior, cerrando
filas alrededor de su querido coronel, sacrificándolo todo, resueltos a no
rendirse, ofrendando sus vidas por el Perú. ¡Que conductas tan alejadas y
contradictorias pueden darse en nuestro Perú! ¿Ha cambiado hoy esta situación?
¿Se entenderá la gesta de Bolognesi en el Perú individualista, consumista y
materialista de hoy?
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