sábado, 20 de julio de 2013

DIAGNOSTICO DE UN CONGRESO


“¿De qué nos sirven los Congresos? ¿Por qué, en lugar de discutir la disminución o el aumento de las dietas, no ponen en tela de juicio la necesidad y conveniencia de suprimirse? ¡Qué han de hacerlo! Senadurías y diputaciones dejan de ser cargos temporales y van concluyendo por constituir prendas inamovibles, feudos hereditarios, bienes propios de ciertas familias, en determinadas circunscripciones… Haciendo el sólo papel de amenes o turiferarios del Gobierno, los honorables resultan carísimos, tanto por los emolumentos de ley y las propinas externas, como por los favores y canonjías que merodean para sus ahijados, sus electores y parientes. Comadrejas de bolsas insoldables, llevan consigo a toda su larga parentela de hambrones y desarrapados. En cada miembro del Poder Legislativo hay un enorme parásito con su innumerable colonia de subparásitos, una especie de animal colectivo y omnívoro que succiona los jugos vitales de la Nación”. ¿Les suenan actuales estas palabras? Cuando Don Manuel González Prada las escribiera en 1906, nunca imaginó que cien años más tarde, serían más actuales que nunca. Luego de lo sucedido el pasado miércoles, ha quedado demostrado que el vínculo de representación del actual Congreso con el pueblo que lo eligiera, ha desaparecido, dando paso al interés personal. El Congreso ha perdido su esencia: la representatividad. Entonces sólo queda preguntarnos: ¿De qué nos sirven los Congresos? Respondemos con González Prada: “Sirven de prueba irrefragable para manifestar la incurable tontería de la muchedumbre, al dejarse dominar por una fracción de gentes maleables, a medio civilizar y hasta analfabetas, sin la más leve inclinación a lo bello ni a lo justo, con el sólo instinto de husmear por qué lado vienen los honores y el dinero, o hablando sin mucha delicadeza, la ración de paja y grano”. Saque usted sus conclusiones.

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