Mi padre decía que toda dictadura elimina primero
a los intelectuales -comenzando por los catedráticos- y controla las
universidades. En las dictaduras clásicas, los catedráticos universitarios son amenazados,
amedrentados, exiliados e inclusive, asesinados. Hoy somos testigos de un burdo
intento de controlar finamente la universidad peruana mediante la aprobación de
una nueva Ley Universitaria. No sería de extrañar viniendo de un gobierno con
un presidente admirador acérrimo de Chávez y su “modelo” de gobierno. En los
últimos años, se han creado universidades como si fueren cevicherías al paso, como
si crear una universidad fuera cuestión de una ley y punto. Hoy en el Perú
sobran universidades y sobran profesionales. Sin embargo, la calidad de la
educación universitaria no se soluciona interviniendo en las universidades y
violando la autonomía universitaria. El artículo 18 de la Constitución
establece: “Cada universidad es autónoma en su régimen normativo, de gobierno,
académico, administrativo y económico”. Son instituciones independientes en
donde la libertad prima en todos sus ámbitos, sin intervencionismo estatal
alguno. En mis 29 años de catedrático universitario, no he visto a nadie
proponer la creación de una “Superintendencia Nacional de
la Universidad Peruana” adscrita al Ministerio de Educación, pues ello
constituiría una violación fragrante de dicha autonomía, convirtiendo a las
universidades en meros títeres del Estado. ¿Se imaginan a esta “superintendencia”
dictando los contenidos de los cursos, mallas curriculares, autoridades, etc.?
Se desnaturalizaría -¿Controlaría?- al Tercio Estudiantil y afectarían los
derechos de los estudiantes. Las universidades se rigen por sus estatutos. Ello no significa que una
ley la someta a la voluntad e intereses del gobierno de turno. El proyecto debe
debatirse participando todos los claustros universitarios. Defendamos la
autonomía universitaria, la libertad de cátedra y la libertad de pensamiento,
cuya cuna histórica siempre serán las universidades.
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