Absurdo
es aquello “contrario y opuesto a la razón; que no tiene sentido”, “un hecho
irracional, arbitrario o disparatado”. La pretensión del
gobierno de adquirir “parte” de la Refinería La Pampilla y la red de grifos de
Repsol no tenía sentido al ser irracional –absurdo- por varias razones. Primero:
nadie adquiere una empresa para tener sentados en su directorio a
representantes de la competencia directa. En este caso, los directores de
Repsol sentados con directores de Petroperú en Pampilla. ¿Cómo entonces tomar
decisiones importantes, con la competencia tomando nota de ello? Segundo: Nadie
adquiere, y menos a un gran precio, una empresa que no rinde, pues depende de
un comodity como el petróleo, cuyo
precio varía cada día y, peor aún, para competir con Petroperú que obviamente subsidiará
con nuestros impuestos el precio del crudo, ¡Mientras el Estado asume sus
pasivos! ¿Cómo podría un empresario privado competir con alguien así? Tercero:
el margen que deja una cadena de grifos es muy pequeño (centavos por galón). No
es negocio. Por último: de efectuarse una compra total (monopolio estatal),
sería inconstitucional por violarse el principio de subsidiaridad (Constitución,
art. 60), con una adquisición que, adicionalmente, no contribuiría al bien
común, existiendo verdaderas prioridades (seguridad, salud, educación). Adicionalmente,
hubiera generado acciones legales (inconstitucionalidad, amparos) que hubiera
perdido. Conclusión: marcha atrás y un gran costo político para el gobierno: mayor
pérdida de credibilidad y confianza; ergo mayor desaceleración de la economía –uniéndose
esto al reciente apoyo del presidente a la dictadura venezolana-, lo cual
indica que la “Gran Transformación” estaba sólo suspendida y la “Hoja de Ruta”,
un cuento. Epílogo: gran error del gobierno. Pero no quedará aquí. Se esperará
la reforma constitucional que suprima el rol subsidiario del Estado. Estemos alertas.
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