Llama
la atención que uno de los temas más tratados en la reciente CADE haya sido la
corrupción y la ética empresarial. La encuesta de Ipsos Apoyo
mostró que el 50% de los asistentes consideraron que la corrupción a veces es
la única forma de sacar adelante una empresa. Diversos ejecutivos reflexionaron
sobre si era rentable o no la ética empresarial. Hace unos años, a partir del escándalo Enroe, el mundo empresarial
redescubrió y cobró conciencia de la importancia de la ética empresarial. Se
reforzaron las asignaturas de ética en las universidades y en las grandes
empresas, como parte del plan de formación de altos ejecutivos y de todo
empleado. La ética es requerida como requisito a todo postulante a un empleo. No
bastan los conocimientos o la experiencia. Ya no se desean tecnócratas. Se
requieren personas con ética. Lo demás, “vendrá por añadidura”. Parece mentira
que hoy, el valor más solicitado por las empresas sea la honestidad. No basta
tener maestrías o experiencia laboral. Una persona sin valores, sin principios
ni formación ética, con buen curriculum, no sería contratada. Algunos
empresarios mencionaron la sanción ante una conducta no ética. Sin embargo, no
es suficiente la sanción ante una mala conducta. Muchos se quedan en eso. Debe
analizarse también el otro lado de la moneda, esto es, el fomentarse y premiarse
una conducta ética en las decisiones y negocios, porque, finalmente, la ética
rendirá sus frutos. En un mundo materialista y utilitarista, donde un directivo
es valorado sólo por resultados, donde lo ético suena esotérico y hasta
ridículo, un trabajador con sólidos principios y valores éticos, a la larga
destacará y atraerá, no sólo en el plano humano, sino al momento de hacer
negocios. La ética señores a la larga, sí es rentable.
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